Y yo, ¿por qué sigo jugando al ajedrez?

Corría el frío invierno de 1981 en Mataró (Barcelona) y mis amigos no jugaban tanto en la calle, como en otras épocas del año.

Mataró (a 30 km. al norte de Barcelona)

Una tarde, bajé a la calle y sólo me encontré a mi amigo Rafalín. Nuestros consistían en jugar al escondite, policías y ladrones, saltar al potro, jugar a las cartas y un largo etcétera en los que todos tenían en común que eran para más de cuatro personas. Al preguntarle por donde estaba el resto de amigos, me responde que jugando al ajedrez en la calle Vitoria 53 y rápidamente pensé en lo aburrido que deberían estar, en vez de estar al jugando como siempre en la calle. En aquella época sonaba en la radio grupos musicales como Queen, Duncan Dhu, Radio Futura, Mecano y un gran largo etcétera.

Grupos destacados en la música de los 80.

La tarde siguiente, fue bastante fría por lo que al bajar a la calle, Rafalín y yo nos quedamos otra vez esperando gente para matar el tiempo, hasta que nos decidimos ir a la calle Vitoria 53.

Al llegar al sitio, recuerdo que la fachada era de color rojo y colgaba una gran bandera del Partido Comunista. En el local del bajo había un bar de los que iban a tomarse un botellín los que salían del trabajo y su decoración era sobria y muy acorde con la bandera que colgaba a la entrada. Solamente se me ocurrió entrar una vez, pero mejor lo cuento luego.

Justo a la derecha del bar, una gran y empinada escalera que daba acceso al local de juego por la que se podía oír un continuo repicar de teclas de máquinas de escribir. Nos decidimos a subir y al asomar la cabeza por la puerta, vimos a un señor que estaba dictando y un buen número de jóvenes escribiendo en esas Hispano-Olivetti negras, que hoy día ya son historia.

Hispano-Olivetti negra

-¿Qué queréis? Nos Preguntó Alfonso Bollero Romera con cara de pocos amigos, porque le habíamos interrumpido.

-Nos han dicho que aquí están nuestros amigos jugando al ajedrez, y veníamos a jugar con ellos- respondimos tímidamente.

-Pues tenéis que esperar que acabe la clase de mecanografía. Pasad mientras a esa sala del fondo- nos respondió.

La pequeña sala del fondo era una biblioteca llena de libros de ajedrez y allí estaban varios de nuestros amigos: Góngora, Ordóñez, Alcolea, Castro,…De muchos de ellos, ya no recuerdo su nombre de pila, porque en breve pasaríamos a ser llamados por nuestro apellido. Al poco, se acabó el repiqueteo de las máquinas de escribir y pasamos a la sala anterior, donde los jóvenes que habían recibido clases, estaban agrupando las máquinas en unas estanterías enormes.

Esa tarde echamos unas partidas bajo la supervisión de Bollero. Al llegar a casa para cenar, mi padre me preguntó donde había estado y al contarle, mi padre se paró en lo de los comunistas y acto seguido me prohibió que volviera a ir.

Tardé bastante en volver hasta que lo convencí, asegurándole que iría siempre acompañado. Yo tenía tan solo 12 años por lo que iba a 7º de EGB (el actual 1º ESO), estábamos en plena transición política, prácticamente estrenando la democracia y mi padre no quería ver a su hijo tan pequeño “relacionándose” con gente de la cual que no conocía sus pensamientos. Eran tiempos complicados en lo político y en lo social, de hecho, en febrero de ese año, aconteció el ya conocido golpe de estado de Tejero.

Comencé a ir con asiduidad a jugar al ajedrez, a consultar libros y a recibir clases de Bollero. Pronto empecé a participar en torneos locales para pasar a jugar partidas amistosas con otros clubs. Cabe recordar que en esa época, los chicos y chicas comenzábamos a jugar al ajedrez, no teníamos otros medios para evolucionar: no había internet, ni programas informáticos…

Juan Carlos

La temporada siguiente, en septiembre, pedí permiso en casa para jugar el provincial por equipos de Barcelona los domingos por la mañana y después de mucho negociar y mucho prometer, me dieron permiso. Poco a poco, sin darme cuenta, iba abandonando los juegos de calle que tan felices momentos viví en mi infancia, para dejar paso a una de las pasiones de mi vida.

En casa practicaba con el ajedrez magnético que me regaló mi vecina Felisa, con alguno de los libros que me prestaba Bollero. Tenía la responsabilidad de defender con esmero el tablero quinto de los ocho que tenía el encuentro de cada domingo. El sistema de competición que estaba establecido por la Federación Catalana incluía que el equipo que jugaba con negras, se desplazaba al local del que jugaba con blancas. ¿Y cómo desplazamos a tanta gente, la mayoría estudiantes de EGB y de BUP? Bollero lo tenía todo pensado, en nuestro equipo jugaría Matamoros, un señor que se dedicaba a la venta ambulante que tenía una furgoneta de color naranja, muy apropiada cuando se reconvertía los domingos para transportar a un montón de adolescentes. Por cierto, el apellido Matamoros no hacía alusión a un carácter beligerante o agresivo, de eso nada. Él era casi siempre el primero que perdía y tenía que esperarnos a todos varias horas: un pedacito de pan, de los tantos que me he encontrado en este mundillo del ajedrez.

Imagen de torneo de Badalona

El primer torneo importante que recuerdo jugar fue en Badalona, valedero para subir de tercera categoría a segunda, si conseguías 6 de los 8 puntos posibles. Los miércoles por la tarde, nos montábamos en este caso en “el dos caballos” de Bollero los cuatro que fuimos a jugarlo. Bollero optó por ir por la autopista de peaje y al salir me dio un pequeño monedero en el que me pidió que buscara un billete de 500 pesetas (3 euros) para pagar. Cogí el billete y preguntándole cosas del torneo, con los nervios del debut iba doblando cada vez más el billete. Cuando encaramos la recta en la que se ven los cajeros puestos para pagar, me pide con prisas el billete y se lo doy tal cual estaba.

-Pero, ¿qué me das Domínguez? ¿qué es esto?- me preguntó Bollero tirándolo por la ventanilla.

La siguiente escena es la de cuatro jugadores de ajedrez, parados en una autopista de peaje, buscando un billete de 500 pesetas. Me vino muy bien reírme de la situación para relajarme antes de la partida. Por cierto la primera partida la jugué contra un tal Alfonso Jerez, que me ganó jugando yo con negras una Alekhine. Caí en una celada en las primeras jugadas. Eso me sentó muy mal. Ya tenía quince años, estudiaba 2º BUP (4º ESO) y estaba dejando de estudiar para el examen de latín que nos ponía la tutora Petra los jueves a primera hora, para perder en menos de diez jugadas.

Las seis siguientes rondas las gané y no sabría el nombre de ninguno de mis rivales, sólo recuerdo con los que no gané. Con seis de siete, arranco líder la última ronda con blancas contra un tal Roca, que hizo honor a su apellido, se defendió muy bien y después de pedirme tablas en catalán más de diez veces (¿taules?), accedí y gané mi primer torneo. Me dieron un trofeo de la Generalitat que aún conservo y la astronómica cantidad de 6500 pesetas, porque tuve que repartir con el que quedó segundo “mis” 8000 pesetas previstas con “sus” 5000 pesetas al quedar empatados a puntos. Cada partida en este torneo, venía unida a una muy mala nota en Latín, pero compensaba y mucho. Al final lo aprobé, cuando me puse a estudiar.

De mi etapa de ajedrecista en Mataró sólo tengo buenos recuerdos: las risas que nos echábamos en los desplazamientos, las “regañinas” de Bollero cuando hacíamos alguna mala jugada, las comidas del club y el ambiente en general tan agradable. Ya quedó atrás, sin darme cuenta, el jugar en la calle. Me despedí ese verano de Barcelona, consiguiendo los puntos necesarios en el famoso torneo de Badalona para subir de primera categoría a Preferente. Por aquel entonces, lo importante era la categoría del jugador y no tanto el ELO.

En 1985, tuve que dejar el Club de Ajedrez Cerdanyola donde jugaba, para irme a vivir a Málaga, por temas de trabajo de mi padre. Al principio fue duro, pero el ajedrez me ayudó a hacer rápidamente amigos. Me costó y mucho encontrar un club de ajedrez en Málaga por esa época, pero los había.

Mi primer contacto con el ajedrez en Málaga fue en la Peña “El Cenachero”. Empecé a jugar partidas de café, semirrápidas para contactar con alguien que supiera algo de algún club que jugara campeonatos oficiales. Una tarde viene un señor de unos 40 años, delgado y de mediana estatura, Manuel Ruiz Gutiérrez. Me propuso echar unas rápidas a cinco minutos y me pareció una idea fantástica. Se conoce que el señor estaba acostumbrado a ganarle a todos porque allí sólo jugaban jubilados y aficionados, quizá bajó la guardia y le gané una con blancas y otra con negras. Le dije que me tenía que ir y me hizo prometerle que al día siguiente volvería.

Málaga

Volví la siguiente tarde sobre las seis, lo veo sentado en una mesa y lo primero que me dice es que lleva esperándome desde las cinco; intuí que tenía “hambre de venganza”. Jugamos nada más y nada menos que doce rápidas a cinco minutos, y esta vez me ganó 7 a 5 y ya lo vi más tranquilo al hombre. Me confesó que lo pasó mal la tarde anterior, perdiendo 2-0 con un jovencito desconocido y que era Maestro Nacional con ELO 2270. El fue el que me abrió las puertas al que sería mi club durante ocho años: Maristas de Málaga.

Cuando preparaba mis partidas, oía en la radio grupos como REM, Michael Jackson, U2, Depeche Mode y los números uno del momento de los 40 principales.

Grupos destacados en la música de los 90.

Mi etapa de ajedrez en Málaga, la recuerdo llena de buenos momentos como no puede ser de otra manera. Mis compañeros me hicieron muy fácil la adaptación al día a día en Málaga, muy distinto al que vivía en Mataró. No quiero dejar pasar la oportunidad de citar a Fco Javier Fernández Cuevas, delegado y alma mater del equipo y a otros tantos compañeros que tan buenos ratos pasamos en torno a un tablero de ajedrez: Jerónimo Liñán, José Antonio Albarracín, Miguel Atencia, Andrés Rodríguez, Antonio Marto,…

En la provincia de Málaga, Maristas rivalizaba con Vélez-Málaga por ganar el título de campeón por equipos por esa época. Unos años lo ganamos nosotros y otros ellos, hasta que poco a poco empezó a crecer Miraflores, actual campeón por equipos de Andalucía 2017.

Selección Universidad Málaga 1988

Es en Maristas donde empiezo a dar clases como monitor ganando 25.000 pesetas al mes, dando 2 horas de clase a la semana, una los martes y otra los jueves, dinerillo que me venía muy bien en mi etapa universitaria.

Después de recoger el trofeo rector

Los recuerdos más agradables que tengo de esa época eran los desplazamientos, cuando jugábamos el Regional por equipos de Andalucía. Cuando jugábamos con negras, por ejemplo contra Nevada de Granada, montábamos en el Renault 7, azul metalizado de Ruiz, copilotaba Cuevas. De este último aprendí y por la forma de conducir de Ruiz, que en caso de chocar en carretera la posición fetal era la que más garantías ofrecía de tener menos daños. Manuel Ruiz hablaba mientras conducía y en ocasiones se despistaba con facilidad, cosa que aprovechaba Cuevas para sacarnos unas risas. Recuerdo una ocasión, volviendo un domingo por la tarde, de jugar en Linares. Manolo, como así lo llamábamos, quería parar a tomar café, porque tenía algo de sueño y buscando y buscando, no se le ocurre al buen hombre otra cosa en parar en local de alterne. Salió del coche, el resto nos quedamos dentro observándolo con estupor y se dirigió a la puerta. Como estaba cerrado, él llamaba insistentemente y gritando “abridme que sólo quiero café”. Creo recordar llorar de risa y aún cuando recuerdo la escena, no puedo evitar que se me escape una sonrisa.

Málaga

Curso tras curso, con unos 23 años acabé mis estudios universitarios y me licencié en Ciencias Exactas por la Universidad de Málaga. Es quizá ahí, cuando empezando a preparar unas duras oposiciones para profesor de secundaria que aprobé en Madrid en julio de 1993, dejo de lado un poco al ajedrez.

Cierro mi etapa de ajedrez en Málaga con algún torneo de rápidas de verano como el nocturno de Estepona, que se jugaba durante toda la madrugada del sábado al domingo y voy pensando en mi desembarco en Madrid.

Lo primero que hice cuando llego a Madrid y consigo vivienda es buscar un club de ajedrez. El que encontré más cerca de mi domicilio fue el club de ajedrez de Moratalaz. Allí conocí a, como no podía ser de otra manera a buena gente y muy buenos jugadores: Gabriel Rojo, Gabriel Del Río, por citar algunos y el más conocido era Pablo San Segundo, que jugaba de número uno en la Liga por equipos y venía a jugar alguna partida rápida de vez en cuando.

Estos cuatro años que estuve en Madrid, recuerdo haber jugado más bien pocas partidas. Mis primeros años de profesor de Matemáticas, me quitaban mucho tiempo. Al igual que el ajedrez, siempre me acompañaba buena música. Por esta época: Bon Jovi, The Rolling Stones, Nirvana, Ub40,…

Y poco a poco llegamos a mi etapa actual en Tomelloso. En 1998 comienzo a dar clases de Matemáticas en el IES Fco García Pavón de Tomelloso y viendo que en la localidad había poca actividad ajedrecística, arranco una pequeña escuela de ajedrez con algo más de una docena de muchachos en una pequeña habitación, en el edificio de la casa de la cultura con Enrique Reviriego.

Al año siguiente decido llevarla yo solo y Enrique accedió a cambio de ser el presidente del futuro club de ajedrez, cosa que no me importó porque yo lo que verdaderamente quería era que me dejaran dar clases de ajedrez “a mi aire”, para ver si era capaz de, con el tiempo, tener en Tomelloso un club con equipo más o menos competitivo, a semejanza de mis clubs anteriores de Barcelona, Málaga y Madrid.

Topalov vs Juan Carlos Domínguez Gutiérrez

En mi etapa como monitor en Tomelloso, recorrí numerosos lugares en los que di clases: Casa de la Cultura, antiguo patronato de deportes (calle doña Crisanta), billares JJ, IES Fco García Pavón, Casino de Tomelloso y por último Centro de la Juventud, teniendo siempre el respaldo del Excmo Ayuntamiento de Tomelloso, del gerente de la sección de deportes Sebastián García y del concejal Vicente Gª-Antón.

Pasaron un buen número de alumnos por la Escuela de Ajedrez. Recuerdo que en esos primeros años, un señor que se me presentó como Ángel Luis, bastante alto, algo despejado de pelo y de conversación agradable me trajo a su hijo de unos ocho o nueve años, para que le enseñara a jugar mejor al ajedrez, porque él ya le había enseñado lo básico. Cuando vi al muchacho, no me dieron ganas de enseñarle al ajedrez. Me dieron ganas de sentarlo en una silla y pellizcarle en los mofletes tan hermosos que tenía (como diría una abuela). Por si alguien lo conoce, este muchacho se llamaba Ángel Carlos López Quevedo (perdóname Ángel Carlos la anécdota de los mofletes, pero ya me conoces y tenía que contarlo).

Al poco tiempo, Ángel Luis me trajo a su segundo hijo, Eduardo. Durante unos cuantos años, intenté aportarles a ellos y a todos sus compañeros de clase como Guillermo Rosado, Rubén Cañas, Miguel Ángel Lomas, Irene Palacios, Clara López, y un larguísimo etcétera, los conocimientos que pude transmitirles, las ganas de pasarlo bien frente a un tablero de ajedrez y fuera de él. Empecé a recibir ayuda del propio Ángel Luis como monitor, de un compañero profesor de Matemáticas, Juan Francisco Berzosa y de otro compañero que tuve, profesor de Geografía e Historia, Alberto Martínez. Es en esta etapa en la que se consigue crear y mantener un equipo “respetable”, para competir en la liga provincial por equipos, para luego disputar una final autonómica. Tengo grandes y buenos recuerdos de esa etapa de mi vida (20012009) que coincide con echarme novia, casarme y tener hijos. Fue la llegada de mi tercer hijo en 2010, la que me obliga a dejar las clases y pasar a un segundo plano en la Escuela de Ajedrez. Desde entonces, la Escuela de Ajedrez de Tomelloso ha continuado creciendo en cantidad y en calidad, ya que algunos alumnos de los mayores, se convertían en monitores de los más jóvenes, supervisados en todo momento por Ángel Luis.

Club Ajedrez Tomelloso - Regional Por equipos 2003

Mi compañero y amigo Ángel Luis y yo, impartimos a finales de 2008 un curso de formación para profesores sobre ajedrez, en el cual ya hablamos de los beneficios de practicar ajedrez en todas las edades y tocábamos, además de temas específicos de ajedrez, aspectos relacionados con el ajedrez en el cine, la historia y la literatura.

Hoy día, sigo relacionado con el ajedrez a diario y cuando hay competición oficial, intento estar a la altura de las circunstancias. La competición que más disfruto es la de por equipos, quizá sea porque te obliga a compartir muy buenos ratos con excelentes compañeros y personas. Me veo obligado a citar los nombres, de aquellos con los que hoy día comparto la responsabilidad de defender el buen nombre del Ajedrez en Tomelloso, que estamos consolidando desde hace ya unos años. Mis compañeros y amigos son: Carlos García, Eduardo López, Iván Moreno, Ángel Carlos López y José Ramón Ramírez. Ya hemos disputado, además de los correspondientes campeonatos provinciales y autonómicos, tres campeonatos de España consiguiendo en todos buenos resultados: clasificados en novena y décima posición, compitiendo contra entre 30 y 40 equipos. Una motivación para ganar nuestras partidas, la tenemos en el “pique” de habitaciones. Los jugadores de la misma habitación, intentamos sumar más puntos que los de las demás habitaciones, para al final que inviten a algo los que han perdido.

Club Ajedrez Tomelloso - Campeonato de España 2º División 2017

Este equipo que he nombrado, añadiendo algunos jóvenes que ya han jugado en el primer equipo y otros que vienen pisando fuerte como Miguel Perales, Raúl Moreno, Santiago Benito, Álvaro Ramírez, etc. y los más de cincuenta alumnos de la Escuela de Ajedrez que tenemos, hacen que Tomelloso siga disfrutando de muy buena salud ajedrecística. A esa buena salud ajedrecística ha contribuido también Juan José Losa, el cual ha sido 4 años presidente de nuestro club y al tiempo Delegado Provincial de ajedrez. A destacar de él la buena predisposición a apoyar la buena marcha de todas nuestras actividades.

Hoy día, juego partidas por internet, normalmente rápidas y ayudo, cuando me lo pide, a mi hija Adriana de 10 años, que en su corto recorrido ha cosechado muchos y muy buenos éxitos. Pasando el testigo, como así me veo cerca de la cincuentena de años, también intento transmitir mi pasión por el ajedrez a mi hijo Marino de 7 años. Mi hijo mayor Daniel de casi 13 años, me ha salido más músico que ajedrecista, pero también jugamos alguna que otra partida de vez en cuando y entre ellos por supuesto. Es ahora con Daniel, con quien disfruto de la música en directo ya que toca el saxo y la guitarra eléctrica, y ya no tengo que poner tanto la radio como en mis comienzos.

Por último, quiero volver a mi pregunta inicial, y yo, ¿por qué sigo jugando al ajedrez?

Familia Domínguez-Lozano

De vez en cuando me lo pregunto, pero cuando lo hago me vuelve a la cara una sonrisa por todos los buenos momentos vividos y por lo muchos que aún quedan por vivir. El ajedrez me ha hecho conocer, como se dice coloquialmente, muy buena gente, me ha hecho crecer como persona, me ha hecho sentir, ha llenado mi vida, así como la llenan cada día mi mujer y mis tres “peoncillos”.

Familia Domínguez-Lozano